miércoles, 14 de diciembre de 2011

y por fin LLEGÓ LA GRADUACIÓN!!!!

Todo este tema de la graduación empezó ya hace casi dos años, cuando los padres de familia de mi curso desidieron juntarse para conocerse, hacer una mesa directiva y empezar a organizar, como dice mi papa, una farra (borrachera) de lujo con dos años de anticipación. La bebendurria en cuestión fue la fiesta de graduación.
Pero como bien sabemos todos, la fiesta de graduación es el final. El inicio del bachillerato -y no me refiero al kinder ni al primero de primaria- esta en el acto de graduación. Cada país, estado y escuela tienen una forma algo distinta de emitir aquellos actos. Aquí en Santa Cruz, en algunos colegios la graduación sucede ahí mismo, en el coliseo del colegio en cuestión. En algunos colegios, los bachilleres se graduan con toga y birrete, y en otros de traje formal o con guardapolvos de gala. Hay colegios en los que los graduados deben caminar hacia el podio con un ramo de flores.
En el caso de mi colegio, la cosa no fue tan pomposa como imaginamos. La graduación ocurrió en uno de los salones de la Fexpo (enorme centro de eventos que una vez al año acoje a una gran e importantisima feria internacional de comercio). En la mañana del día de la graduación nos reunimos allí para practicar como sería el desfile con nuestros padres, como debían entregarnos el certificado de bachiller, qué cara debíamos poner, hacia dónde debíamos mirar y todas aquellas fribolidades que le dan un toque de pulcritud a estos eventos. Además, practicamos por última vez la canción que habríamos de cantar antes de lanzar al aire los birretes.
Llegué algo tarde, acompañada de mis padres, mi hermano mayor y mi bisabuela. Una vez en el lobby del salón me puse la túnica encima de mi vestido de ejecutiva importante, le pedí al papá de una compañera -abogado- que me ayudara con el nudo de la corbata, me acomodé el birrete como pude y me saqué a las apuradas un par de fotos muy ridículas con mis papas (el fotógrafo insistía en que me den besitos en la mejilla mientras yo sonreía a la cámara).
Casi no pude sacarme la última foto, pues la organizadora del evento ya nos estaba pidiendo que formemos una fila en orden alfabético con nuestro padre al lado detrás de la puerta del salón, en un pequeño cuarto que servia de estudio fotográfico. Se suponía que antes de nuestra salida cantaría el coro del colegio, y así lo hizo, para mi tristeza, pues entonces llegué a la conclusión de que eramos simplemente un número más en el show y no los agazajados que creí. Para cuando me tocó salir (Suárez) la gran mayoría de mis compañeros ya estaban parados en la gradería del escenario, el coro ya había cantado y la directora ya había dicho su muy emotivo discurso.
Pero en ese momento no importó, me paré muy firmemente al pie de la pasarela y le di las últimas instrucciones a mi papá, quien ni tenía muy en clara la hermenéutica y a quien tampoco le importaba, siempre hemos considerado como innecesario todo este despliegue de protocolo y frivolidad. Caminé lo más erguida posible, no por salir bien en las fotos, sino porque mi birrete amenazaba con caerse en cualquier momento, pues me quedaba chico y se resbalaba hacia afuera de mi cabeza.
Llegué al escenario sin problemas, pero cuando la maestra se acercó para felicitarme y entregarme el título, se me cayo el birrete. Me morí de risa y me lo volví a encajar como pude. Luego, cuando mi papá trató de mover la borlita de derecha a izquierda, se volvió a caer y procedí de la misma forma, y de nuevo se repitió el cuento cuando mi papa me abrazó. Yo, muerta de risa, solo quería subir a mi puesto, pero tuve que volver a acomodarme el dichoso sombrerito para la foto... ay, la foto... no hay cosa más inoportuna que las fotos! Y por si fuera poco, cuando subía el peldaño de la gradería, pisé mi túnica y casi me vengo abajo, me rescató una amiga para mi suerte.
Luego del desfile de cada quien y cada cual, hice entrega (como presidenta de la mitad de la promoción) del mosaico de fotos de los alumnos que se cuelga cada año en la entrada del colegio. También se entregó una enorme placa de marmol con los nombres de todos y pequeñas placas de vidrio de reconocimiento para los profesores más queridos. Luego vinieron los discursos por parte de dos alumnas, por cierto deplorables, en los que no se dijeron más que cosas obvias, cursis y tontas. Después acudió la directora general a salvar el acto con un discurso, por primera vez en su vida, digno de aplausos. La directora es famosa por estar medio loca y decir cosas delirantes y exageradas, como que gran parte de nosotros rendiremos cuentas con el demonio por nuestra falta de diciplina... pero esta vez, dio el mejor discurso de la noche.
 Y por último! la canción de despedida compuesta por uno de mis compañeros, una bonita balada al estilo Jason Mraz que hace una reflexión de lo que serán nuestras vidas fuera del colegio y lo rápido que pasó el tiempo. "Hoy nos une una obsesión que viene desde el corazón, ese sentir se llama Glett's, no la podemos contener" (ese era el coro). Y cuando terminó la canción, todos tiramos al aire los fucking birretes y nos felicitamos con mucha efusividad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Oh! menaje a Pink Floyd


Desde hace tres años, un grupo de 9 músicos paceños decidieron hacer un homenaje a Pink Floyd con todas las de la ley, brindándonos desde entonces conciertos en los cuales interpretaron de principio a fin Animals, Dark Side of the Moon y The Wall, con otros importantes temas de otros discos, pero además, montados en la réplica en miniatura del escenario usado para Pulse, con la participación de los tan distintivos inflables del cerdo Alggie, la avioneta roja y el maestro frenético.
Esta vez, el Oh! menaje ha vuelto a Santa Cruz a pedido de un fervoroso público de adultos enloquecidos por Pink Floyd, pero muy bien camuflados en sus trajes y corbatas. El espectáculo se dio el sábado 26 de noviembre en el centro de eventos Sonilum (mismo que recibió a Calle 13, pero en un salón mas pequeño), dividido este en la sección general, con graderías en el fondo y un buen espacio para estar de pie, y vip, equipada con mesas para 11 personas.
A las 11 de la noche (tarde) la banda compuesta por dos vocalistas, una guitarra ritmica, una guitarra electrica, un bajo, una bateria y percusion, tres coristas y un saxofón empezaron la velada con la interpretación perfecta y exacta de Shine On You Crazy Diamond.
A esta le siguió, con igual gusto y precisión, Learning To Fly;  al finalizar aquella introducción con temas del disco Wish You Were Here y A Momentary Lapse Of Reason, el verdadero show comenzó con el inicio de lo que sería el disco Animals completo. Y a diferencia de lo que muchos pensamos y esperamos, tomando en cuenta las actuaciones de esta banda en años anteriores, el cerdo Alggie no se hizo presente. Sin embargo, su actuación nuevamente fue formidable y dejó muy conforme al público, en especial cuando tocaron Dogs, ya sea por la popularidad de la canción o porque la tocaron tan, pero tan bien que se sintió como estar escuchando a Pink Floyd en persona (claro, sin la adrenalina que causarían los originales).
Al terminar con Pigs On The Wing II, anunciaron un receso de 20 minutos. Al volver agradecieron en breves palabras al público y anunciaron la siguiente parte del show: Dark Side Of The Moon.
La pantalla circular que tenían al fondo del escenario se encendió por primera vez, mostrando la animación de las líneas del ritmo cardiaco con los latidos del corazón de fondo, con lo cual empezó de corrido todo aquel disco, acompañado por los videos originales. Con la pantalla encendida y el alucinante On The Run sonando, me transporté a la escena del hombre en la camilla que está a punto de volar, Sonilum se convirtió en un gran espacio oscuro y vacío, y todo el universo se concentró en el pequeño escenario semicircular, coronado de luces incoloras. Un gran estallido y un estrépito de relojes dio incio a la tan conocida y aclamada Time, con la cual todo volvió a la normalidad y el público verdaderamente entró en calor, cambiando de forma considerable la atmósfera del lugar. Ahora se sentía mas confianza entre músicos y público, se sentía que todos, fans y simpatizantes, por fin estaban escuchando lo que esperaban, lo que querían.
The Great Gig In The Sky fue interpretada por las tres coristas en distintas fases, quienes demostraron la capacidad necesaria para ser incluso las coristas del verdadero Pink Floyd. Dividiéndose en agudos, graves y medios, llevaron a cabo la canción con tanta pasión y entrega como lo hizo Clare Torry en el '73. Luego de esta siguió Money, alargada con, además de sus característicos solos de saxofón y guitarra eléctrica, con un solo de bajo, de teclado, y de guitarra rítmica.
El disco terminó, como tenía que ser, con su épica y poderosa Eclipse, acompañada por las voces ennardecidas de un público entregado y ebrio (quizás entregado debido a la ebriedad). De inmediato y sin receso, comenzó lo que creimos que sería The Wall, con la maravillosa Hey You, pero a esta, a pedido del público, le siguió Wish You Were... what? (como dijo el baterista y lider de la banda para animar al público) Wish You Were Here! En ese momento, los fans se acercaron al borde del escenario y se abrazaron entre sí, tratando de no desplomarse por la mérdida del equilibrio. Todos cantabamos a todo pulmón, con la emosión a flor de piel, la cual se amainó un poco con la siguiente canción, cuyo nombre no recuerdo, del disco The Division Bell (último disco estudio de la banda, no tan popular). El furor, sin embargo, recusitó de inmediato con el ritmo de bateria sola y la frase épica que dio inicio a Another Brick In The Wall II. "We don't need no education", gritábamos todos a brincos. Cada cual estaba en su mundo: algunos cantaban abrazados, otros saltaban, otros headbangean... había un señor pequeño y barbudo que probablemente no recordaba ni su propio nombre, pero era un show aparte en lo que se trataba de ánimos de fan.
El concierto iba genial y nos habían advertido que duraría tanto como el público quisiera, pero hasta este punto ya eran las 2 am y esta muchachuela de 17 años no tenía permiso para ver el amanecer fuera de Sonilum, por lo cual tuve que volver a mi casa luego de aquella canción, teniéndo que llevarme a mi novio prácticamente a rastras, pues odiaba la idea de perderse la interpretación de su disco favorito de su banda favorita. Pero en pocas palabras, y a pesar de no poder verlo hasta el final, escenografía increible, sonido increible, interpretación increible, compañía sublime, ánimos excepcionales y que buen concierto!!!!
Ojalá se repita pronto, aquí en Santa Cruz los esperaremos dentro de dos años con el gusto y la emoción de siempre.